Los habitantes de la Pompeya de hace 2.000 años, los que perecieron por la destrucción que causó la erupción del Vesubio en el 79 d.C, tenían dientes perfectos fruto de una alimentación sana, aunque huesos débiles debido al exceso de flúor en las aguas de los manantiales de los que bebían.

El proyecto se desarrolla en el marco de la restauración de algunos de los llamados calcos de Pompeya, pero sobre 30 de ellos se concentrarán arqueólogos, antropólogos, radiólogos, odontólogos e ingenieros expertos en los escáner.

 

Las tomografías se realizan a los moldes de yeso que aprisionan los restos de los habitantes de Pompeya que murieron por la erupción del Vesuvio y con su resultado se pueden conocer detalles de su vida, costumbres, ocupación o su clase social.

Los primeros resultados de estos exámenes han determinado que la mayoría de los habitantes de Pompeya tenían dientes sanos, gracias a una alimentación sana, con pocos azúcares. Aunque en algunas de las dentaduras se pueden observar imperfecciones que indican que el pompeyano utilizaba los dientes para romper o cortar. Por ejemplo, los primeros análisis en un hombre han revelado un problema en los huesos debido a la excesiva presencia de flúor en las faldas acuíferas vesubianas.

Los análisis acaban de comenzar pero los responsables del proyecto explican que con estos exámenes se es capaz de reconocer además de datos normales, como la edad y el sexo, también si era un fumador de pipa, un músico que tocaba la flauta, así como el origen geográfico o la condición socio económica.

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